domingo, 25 de mayo de 2008

El concepto de Edad Moderna Europea

EL CONCEPTO DE EDAD MODERNA EUROPEA

De manera convencional los historiadores fijan en el año 1453, y concretamente en la conquista de Constantinopla por los turcos, el inicio del período histórico denominado Edad Moderna. De la misma forma, el punto final de la etapa se sitúa en el año 1789, en el comienzo de la Revolución Francesa. Las historiografías nacionales de los países europeos sugieren otras fechas. En España se insiste en la importancia del año 1492, pero de ordinario se estudia el reinado de los Reyes Católicos en su conjunto desde 1474. La Edad Moderna española concluye tradicionalmente en 1808, con la guerra de Independencia y la crisis de la monarquía absoluta en España y América. En general, los historiadores señalan como etapas de cambio la segunda mitad del siglo xv por una parte y el ciclo abierto por la Revolución Liberal de otra.

Existen serias dudas sobre el mejor título o denominación que se deba aplicar a este período histórico. Para los eruditos del siglo xvii que inventaron el término se trataba realmente de unos tiempos nuevos o modernos, pero obviamente este sentido no rige para fines del siglo xx. Cierto es que el concepto de Edad Media es igualmente convencional (una etapa intermedia entre dos extremos), sin embargo el adjetivo medieval ha adquirido un significado semántico que se ha incorporado al léxico ordinario.

Los historiadores franceses han llevado al campo histórico general el concepto de Antiguo Régimen. Con estas palabras se designa el sistema social anterior al liberalismo y a la Revolución Industrial. Pero, ¿cuándo comenzó este período histórico? Cada vez son más los historiadores que observan a mediados del siglo xiv el arranque de una nueva etapa histórica: de Petrarca a Descartes, dicen algunos; de Petrarca a Rousseau, precisan otros. Toda periodificación histórica es arbitraria, artificiosa y criticable. Sin embargo, debe aceptarse algún criterio que ordene conceptualmente la continua evolución de las sociedades humanas a lo largo del tiempo.

Prescindiendo de si el adjetivo “moderno” es el más adecuado para designar el desarrollo histórico europeo durante los siglos xvi, xvii y xviii pasemos a plantearnos cual puede ser el sentido de la evolución histórica global durante la mencionada época. Los historiadores marxistas han destacado recientemente la concurrencia en el tiempo de dos conceptos económicos y sociales que pueden resultar antitéticos en estado puro: feudalismo y capitalismo. Se trataría, sin embargo, de un feudalismo tardío y de un capitalismo mercantil. No quiero entrar en una polémica inútil sobre el uso del término «feudalismo». El nombre no hace la cosa. Lo que interesa es observar el equilibrio inestable o la ,simbiosis que se dio, de hecho, entre un mundo rural dominado por la perduración de las relaciones señoriales y el dinamismo de la sociedad urbana. El historiador francés Fernand Braudel culminó su obra con la publicación de la denominada Civilización material y capitalismo, en la cual arranca, por lo menos, del siglo xiv. Por demás el movimiento económico no tuvo un desarrollo lineal. Se suele presentar una alternancia entre un siglo XVI expansivo, un siglo xvii depresivo o de «crisis general» y una nueva expansión en el siglo xviii. Pero, en obras recientes (en especial en la historiografía anglosajona), gana terreno la posibilidad de una periodificación de la Edad Moderna que no sea precisamente de alcance secular. En este caso, se apunta a una línea divisoria situada en los años centrales del siglo xvii. La cronología de los fenómenos económicos no coincide siempre con los movimientos políticos o culturales. De todas formas, la Europa del siglo xviii parece más poblada, más rica, con una economía más compleja que la de principios del siglo xvi. El capitalismo mercantil había situado a las sociedades europeas en una posición de superioridad, sin alcanzar, no obstante, por lo que respecta al Asia o al mundo islámico, una situación de predominio.

Los movimientos de los grupos sociales son más difíciles de fechar que los económicos. ¿Cuál fue el sentido social de la Edad Moderna europea? Una primera respuesta podría consistir en señalar los factores de cambio y de progreso, el crecimiento urbano, el fortalecimiento de la burguesía y de las clases medias en general, la disolución de las jerarquías y de los privilegios estamentales a partir de la segunda mitad del siglo xviii. Pero podríamos plantear la cuestión desde otro punto de vista. Las grandes luchas sociales que jalonaron la vida europea durante los siglos xiv y xv, algunas con planteamientos muy radicales, no lograron abolir el sistema jerárquico de organización social. En este sentido, la Edad Moderna sería una gran etapa de estabilización, socialmente conservadora, durante la cual los estamentos privilegiados mantuvieron su poder sobre el conjunto de la población. Incluso existen serias dudas sobre la posible mejora del nivel de vida de las clases populares, de su capacidad de poder adquisitivo. Los estudios más recientes ponen en relación estos temas con la estructura familiar y los sistemas de herencia. El incremento demográfico, combinado con una estructura social desigual, producía el aumento del número de pobres y desvalidos. Ésta era la situación a fines de la Edad Moderna, en el momento en que alboreaban nuevas formas de organización del trabajo industrial y de la vida en su conjunto. Con razón se destaca el carácter de ruptura o de cambio que revistió, a partir de 1780, en Gran Bretaña, la Revolución Industrial. Atrás quedaba, en expresión del historiador y demógrafo inglés Peter Laslett, «el mundo que hemos perdido», el Antiguo Régimen socio-laboral, la sociedad organizada en estamentos y «cuerpos», poco individualista, jerarquizada, teóricamente ordenada y en la práctica sometida a fuertes elementos de desorden, de protesta e incluso de subversión.

En el plano político se considera que la Edad Moderna corresponde al triunfo del Estado, una forma política que se califica precisamente de «Estado moderno». Un elemento definitorio de la nueva época sería la aserción de la autoridad del monarca, del «príncipe», sobre las fuerzas del feudalismo, el cual perdería buena parte de su connotación política. Algunos historiadores del Derecho son reacios a designar con el término «Estado» la realidad política de los siglos xvi a xviii. En realidad se habla de reinos y monarquías. Parece que se produjo, a lo largo de los tres siglos que estudiamos, un proceso de intensificación de la autoridad monárquica. Se habla con relación a la época del Renacimiento de una monarquía autoritaria, para el siglo xvii de una monarquía absoluta y para el siglo xviii de un despotismo o absolutismo ilustrado. Sin embargo, no fue ésta la única vía de evolución política. En buena parte de Europa predominó, durante la mayor parte de la Edad Moderna, un sistema de monarquía limitada, en el cual la autoridad del príncipe estaba compartida, a distintos niveles, por los «estamentos», o fuerzas sociales y políticas del país (fundamentalmente la nobleza, el clero y las ciudades). Hubo, además, una tradición intelectual y política de naturaleza «republicana», muy vinculada a las ciudades, que atravesó toda la Edad Moderna, desde las ciudades italianas de la Baja Edad Media hasta la independencia de las Trece Colonias de Norteamérica. Por su parte, la palabra «república» se utilizaba, según su origen latino, para designar a la comunidad política y social en su conjunto.

El proceso de centralización y de unificación que habían protagonizado las monarquías absolutas no desapareció con la caída de las mismas a partir de 1789. En el siglo xix, el político y pensador francés Alexis de Tocqueville hizo observar que el Estado liberal surgido de la Revolución constituía la culminación del proceso centralizador de la monarquía absoluta.

Tradicionalmente se ha considerado que la aparición de la Reforma protestante en el siglo xvi constituyó uno de los elementos diferenciadores entre la Edad Media y la Moderna. Precisemos algunos conceptos. Durante el siglo XV, se habló incesantemente de la necesaria y urgente «reforma» de la Iglesia, sin que ello significara precisamente la división del mundo cristiano. A partir del siglo xvi, las distintas confesiones que se separaron de la Iglesia romana, conocidas como «protestantes», se consideraron a sí mismas Iglesias «evangélicas» o «reformadas». Existe una línea historiográfica que durante mucho tiempo ha identificado la Reforma religiosa exclusivamente con el protestantismo. Es lógico que los católicos hayan rechazado o matizado el concepto de Contrarreforma, y prefieran hablar de una Reforma católica, entendida como un movimiento amplio con diversas manifestaciones y no únicamente una reacción. Algunos historiadores niegan que la Edad Media fuera una época más cristiana que los siglos que la sucedieron. Al contrario, dicen, tanto católicos como protestantes realizaron un profundo proceso de cristianización y de evangelización en una sociedad cuyos conocimientos religiosos eran muy sumarios y estaban impregnados de creencias naturalistas y mágicas.

Por el contrario, ¿hubo un proceso de descristianización en el siglo XVIII? Algunos historiadores prefieren decir que se produjo una desacralización de la vida cotidiana, una nueva forma de vivencia religiosa, que no implicaba forzosamente una pérdida del sentimiento cristiano.

Junto al concepto religioso de Reforma, el de Renacimiento, en el orden cultural, marca el inicio de los «tiempos nuevos». Esta idea ya circuló en el siglo xvi, y posteriormente fue desarrollada y sistematizada en el siglo xix por los historiadores de la cultura. El sentimiento de que la cultura clásica de la Antigüedad renacía, después de un intermedio «bárbaro» y «gótico», enlaza con la visión convencional de la Edad Media. En realidad los orígenes del Renacimiento italiano se encuentran en el siglo xiv.

El despliegue artístico del Renacimiento no tuvo exacta correspondencia enel pensamiento filosófico. El siglo xvii se suele conocer como la época del Barroco, palabra que en un principio tenía un sentido despectivo contra un determinado estilo artístico. En aquella centuria, físicos, matemáticos y filósofos (Galileo, Descartes, Newton), construyeron un nuevo orden científico, una visión del mundo que ha prolongado su vigencia hasta principios del siglo xx. Este proceso histórico ha recibido el nombre de Revolución Científica.

En el siglo XVIII los intelectuales estaban obsesionados por la idea de una lucha contra un pasado de tinieblas y oscurantismo al que oponían las «luces» de los nuevos conocimientos. Estaban convencidos de que el futuro de la humanidad sería jubiloso una vez se conocieran científicamente las reglas que regían el desarrollo de las sociedades. Desde fines del siglo xvii, los intelectuales «modernos» se consideraban por lo menos tan buenos como los clásicos, y transferían la utopía de una pasada Edad de Oro hacia la noción de progreso, un progreso que debía llevar hacia la felicidad. Los pensadores del siglo xviii creían vivir en un siglo «ilustrado», illuminato, eclairé, enlightened, aufgeklarte.

Hay historiadores que prefieren estudiar los fenómenos que cambian lentamente, los que están situados en la «larga duración» (la expresión es de F. Braudel). Se habla a este respecto de una «historia inmóvil», o casi: aquella que se ocupa de la evolución del clima o del paisaje agrario. Existe también una línea que investiga en la historia de la cultura material, de los elementos materiales de la vida cotidiana, los cuales evolucionaban o cambiaban lentamente: utensilios, métodos y técnicas de trabajo.

Uno de los campos del saber histórico más renovado en los últimos años es el que se define como la historia de las mentalidades. Este ámbito historiográfico ha tenido un especial desarrollo por lo que hace a la historia moderna. Ya hace años que el historiador francés Lucien Fevbre se refirió al concepto de «utillaje mental». Posteriormente se habló de psicología colectiva. En la actualidad tenemos un amplio campo de investigación que cubre la historia de la sensibilidad, de la vida familiar, de la religiosidad, de los sentimientos ante el más allá. Algunos relacionan su interés por estos temas con las grandes preocupaciones colectivas de nuestro tiempo. No es casual que muchos historiadores estudien con preferencia los elementos irracionales de la conducta humana, por ejemplo, el miedo y la violencia. Una aproximación a la mentalidad colectiva de los siglos xvi-xviii nos muestra que aquella sociedad se sentía atraída sobremanera por lo excepcional, lo maravilloso y lo mágico. La profundización en las estructuras mentales del hombre moderno muestra que estos estratos de la existencia humana tardan en cambiar, lo hacen con dificultad y lentitud. Es muy difícil decir cuándo dejó de existir el Antiguo Régimen sociocultural, muchos de cuyos elementos aislados han perdurado hasta el siglo xx.

Junto a la Reforma y al Renacimiento, los grandes descubrimientos geográficos marcan, para los europeos, el comienzo de la Edad Moderna. A fines del siglo xv comenzaba una relación desigual entre Europa y los otros continentes. Se puede decir que entonces comenzó el colonialismo europeo. Pero las sociedades con las cuales los europeos entraron en contacto eran muy distintas. En el continente americano se produjo la destrucción o la sumisión de las poblaciones indígenas. En el África negra la presencia de los europeos en el litoral como compradores de esclavos dio un fuerte impulso a la esclavitud. En cambio, los grandes imperios asiáticos mantuvieron su entidad hasta el siglo xix y principios del xx.

En América los europeos tendieron a establecer sociedades que fueran el trasunto o la mejora del continente que habían dejado atrás. A lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII los europeos fuera de Europa construyeron países nuevos: Nueva España o Nueva Inglaterra. Fundaron ciudades como la que se llamó primero Nueva Amsterdam y posteriormente Nueva York, o las ciudades americanas que se llamaron Guadalajara o Córdoba.

Otros europeos, sin necesidad de cruzar el mar, ampliaron los territorios bajo su control. A finales del siglo xvi los rusos comenzaron la conquista de Siberia y, a lo largo del siglo siguiente, llegaron a la frontera de China. Un creciente dominio de la técnica, por ejemplo, de la relacionada con la navegación, dio a los marinos, comerciantes y militares europeos una mayor posibilidad de control sobre la economía de los otros continentes. Se estaba formando lentamente una «economía-mundo», cuyo centro se situaba en algunos países privilegiados de Europa. A finales del siglo xviii este centro se encontraba en los países del Atlántico noroccidental.

Los límites de la Edad Moderna son (repito) de una parte la crisis de la Baja Edad Media, de otra las revoluciones industrial y liberal. Una síntesis reciente sobre la historia social de la Edad Moderna (la del estadounidense Georges Huppert) se titula significativamente Después de la Muerte Negra, es decir, de la gran epidemia de peste del siglo xiv. Se produjo entonces una crisis demográfica, económica, social (se habla de una «crisis del feudalismo»), política y religiosa. Durante esta crisis cambiaron lo suficiente las estructuras de todo tipo para que, a la larga, surgiera la idea de estar viviendo unos tiempos nuevos, rompiendo, por lo menos en apariencia, con la tradición cultural más inmediata y vigente todavía en la enseñanza: la escolástica. El humanismo y el Renacimiento ampliaron el horizonte cultural de los intelectuales. Los descubrimientos ampliaron el espacio real de los contemporáneos. Sin embargo, las consecuencias de la expansión europea sólo fueron apreciadas por la mayoría de la población del continente de modo lento y paulatino. Muchos elementos fundamentales de la vida europea no se vieron alterados, por lo menos directamente, por las consecuencias de los descubrimientos.

Renacimiento, descubrimientos, una Reforma religiosa que produjo la división de la Cristiandad, la superación del feudalismo político por las monarquías autoritarias, todos estos elementos configuran un marco general de relaciones distinto del preexistente.

El Antiguo Régimen terminó con un doble proceso: económico y técnico por una parte, ideológico y político de la otra. Ambos procesos convergen en los últimos años del siglo xviii. La Revolución industrial fue un movimiento económico y social general, que implicó también una mejora en las expectativas de vida y una modificación de las estructuras agrarias en sentido capitalista. La Revolución Liberal tenía un doble sentido. Se oponía al sistema político de la monarquía absoluta, frente al cual se erigía el concepto de la libertad. Se oponía también y substituía el orden jerárquico y privilegiado de la organización social. Frente a las distinciones sociales por estamentos, los liberales afirmaban la igualdad de los ciudadanos ante la ley y ante el impuesto, es decir, el fin de los privilegios fiscales y legales de la nobleza y el clero.

En el plano económico y político, la burguesía tuvo un papel importante en la crítica y oposición al Antiguo Régimen. Por esta razón se ha hablado a veces de Revolución burguesa. Pero, en todo caso, debería tratarse de una burguesía intelectual, puesto que las ideas liberales fueron compartidas por muchos individuos procedentes de las clases privilegiadas. El cambio generacional jugó su papel, como también los hicieron las transformaciones en las maneras de pensar y de sentir. Las ideas liberales se difundieron con el singular apasionamiento de la sensibilidad romántica que comenzó a difundirse en los últimos decenios del siglo xviii. Otra vez la combinación de las mutaciones económicas, sociales, culturales y políticas producía la sensación del cambio de tiempo histórico. Para los historiadores de los países latinos había terminado la Historia Moderna; para los anglosajones sólo una early modern history, pero de todas formas admiten que se había producido una modificación significativa.

Consideraciones previas

CONSIDERACIONES PREVIAS

Este blog no tiene como proposito sustituir bibliografía, ni puede ser considerado como una clase virtual, solo pretende introducir al estudiante del IPA en el conocimiento de los principales acontecimientos que se produjeron a lo largo del milenio que se ha dado en llamar Edad Media.

El autor de este espacio pretende resumir en cada entrada, temas de los más diversos pero esenciales de los tiempos modernos para que el estudiante sepa situar en el tiempo y en el espacio; y a partir de allí hacía una posible profundización en el futuro de los temas que más le interesen.

Las entradas no son largas ni densas, sino que se ha intentado más despertar el interés por el tema, tratado a base de una justa pero indispensable información, que dar una gran cantidad de datos que muchas veces no ayudan a ver, por lo menos en una primera instancia, el hilo conductor del devenir histórico.

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